House of Cards
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Hay una serie de televisión que últimamente me quita el sueño, ya que me cuesta dejar de ver un episodio tras otro: House Of Cards. House of Cards es una expléndida serie norteamericana que, además de ser unos de los primeros grandes éxitos estrenados en Internet (en Estados Unidos, la serie se retrasmite por NetFlix) se situa en las antítesis de la política que veíamos en la ya mítica El ala oeste de la Casablanca. En este caso, la política es de inspiración renacentista. Los congresistas, senadores, gobernadores actuan como los Medici, como los Borgia. Un mundo de intrigas y conspiraciones en el que todos sus personajes parecen haber estudiado detenidamente ‘El principe’ de Maquiavelo al que cuiriosamente ya nombré en mi entrada sobre gestión del cambio en el blog de iProcuratio.

 

“…de lo cual se infiere una regla general que rara vez o nunca falla: el que ayuda a otro a hacerse poderoso causa su propia ruina; porque es natural que el que se ha vuelto poderoso recele de la misma astucia o de la misma fuerza gracias a las cuales se lo ha ayudado”.

Nicolas Maquiavelo, El Príncipe

La serie es absolutamente magnífica, pero hay una cosa que llama la atención. No es el poder militar (aquel con el cual los Borgia y la corona de Aragón se asustaban el uno al otro), ni el personal. Es la información lo que empodera a estos políticos. Hay dos clases de personajes en la trama, los que saben lo que ocurre y los que no tienen ni idea de lo que está pasando.

Esta serie, y esta introducción, me ha llevado a reflexionar y a escribir más sobre (ya escribí hace poco sobre los beneficios del en las administraciones públicas). Pero en este caso a reflexionar directamente sobre el papel del en los gobiernos en democracia. La información es poder y la política hace uso de él, pero no es de su propiedad. Es propiedad de los ciudadanos y nuestra responsabilidad su mantenimiento y su uso. Sólo se puede dar mal uso a la información si la ocultas a los demás, lo que te da capacidad de manipularla o incluso robarla, como me sucedió a mí en una ocasión. Y, creedme, hay un arte en el tratamiento de la información.

Open Data y eGovernment

Hay tres grandes avances en la apertura de datos en los gobiernos:

  • Transparencia
  • Aprovechamiento del valor social y comercial de los datos
  • Gobierno participativo

En cuanto a la transparencia, los ciudadanos de un estado democrático tienen el derecho a conocer con detalle lo que hace su administración. Deben tener acceso, salvo en casos muy concretos, a todos los datos que dispone su gobierno.  Pero la trasparencia sólo es posible con acceso a estos datos abiertos. Además, estos datos han de ser perfectamente accesibles. Pero hay que ir un poco más alla. Han de tener permiso a compartirlos y a reutiliarlos. Y no hay que perder de vista ese objetivo.

Estos datos, por otra parte, tienen un gran valor comercial y social. Vivimos en la era digital, en la era de la información. Los datos son la clave para actividades sociales y comerciales. Con la apertura de datos, los gobiernos posibilitarán la creación de negocios innovadores (podéis consultar mi entrada sobre innovación ), de aplicaciones móviles o de cualquier

Con los datos abiertos, con el acceso a los datos, se capacita a los ciudadanos para tomar mejores deciciones y, por lo tanto, para poder decidir muchas más cosas, y con mucha más frecuencia. Se les puede involucar directamente en la toma de decisiones.

Pero, ¿hay realmente un movimiento de Open Data en las administraciones?

En mi opinión, y tanto que sí. Hay, por todo el mundo, un  impulso hacia la apertura de datos que no se puede detener. La Unión Europea hará públicos los resultados de los ensayos clínicos, el gobernador de Maryland se convierte en un forofo del Open Data,  en Ontario (Canadá) se someterá a votación las prioridades del de la población en materia de liberación de datos, Indonesia considera que el Open Data es parte importante de la solución a los problemas de transporte y seguridad de su capital… los ejemplos se multiplican.

El no es una moda, es algo más. No es sólo un beneficio social o económico. Forma parte de nuestra libertad como personas y como ciudadanos.